jueves, 24 de noviembre de 2016

Hinojo, León

Hinojo o Dehesa de Hinojo son unas viviendas tipo caserío que en su día albergaban  a los campesinos que trabajaban para el  Marqués de Esteva propietario de la finca que contenía varias viviendas más la casa del Marqués que es la gran casa que se encuentra en la parte de delante junto a la carretera.
Un poco más arriba de la casas, como a unos 400 metros se encuentra la ermita.

(José Díaz Martín)



Taniñe - Soria

El pueblo de Taniñe, habitado solamente por un vecino a lo largo del año, es un ejemplo elocuente de los cambios impuestos por una población estival y de fin de semana que ha convertido este caserío en una extraña mezcla de edificios abandonados y rincones de una estética dominguera, no desprovista de cierta gracia.
Nada más llegar, varios carteles puestos por un bromista señalan la proximidad del hotel Carlton-Rioja, y la entrada del pueblo recibe al visitante con una plaza-mirador presidida por una fuente de azulejos, adornada por un estanque y protegida del vacío por una balaustrada de arcos de piedra.

Antigua cárcel
El callejeo reserva otras sorpresas, como una plazuela rodeada de torres de piedra y adornada con rosales y un edificio que jugó el papel de casa consistorial y que en otros tiempos tuvo su propia cárcel. En un extremo de la población se alza el templo parroquial de Santiago, cubierto de hiedra, y muy cerca una casa exhibe en el dintel de su ventana inscripciones del siglo XVII.
La quietud del pueblo durante el otoño y los fríos inviernos de la zona apenas permiten imaginar otras épocas no tan lejanas, en que llegó a contar con 250 vecinos, dedicados al cultivo de legumbres, a la recogida de leña y a la ganadería. La riqueza de los pastos permitían mantener una nutrida cabaña de ovejas, churras y merinas, mientras algunos lugareños trabajaban como herreros haciendo labores de armería y cerrajería. Así transcurría el año y, con la llegada del invierno, muchos vecinos de Taniñe emigraban a Andalucía y buscaban sustento en el pastoreo o en los molinos de aceite, anticipándose a una huida que siglos más tarde dejaría el pueblo desierto.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)