jueves, 17 de noviembre de 2016

Viguria - Navarra

Los viñedos y los campos de secano dominan el paisaje del valle de Guesalaz, una vasta extensión de suaves ondulaciones y oteros coronados por pequeños pueblos que integran la comarca de tierra Estella. Uno de estos pueblos es Viguria, situado al sur de la sierra de Andía sobre una elevación del terreno cubierta de matorral y bordeada por el río Salado, que recorre buena parte del valle antes de ir a parar al embalse de Alloz.

Palacio de Montehermoso
Al entrar en Viguria, el visitante se ve deslumbrado por el palacio de los marqueses de Montehermoso, un edificio de grandes dimensiones que está siendo objeto de restauración. Sobre la fachada de sillería, flanqueada por sendos torreones, destaca el escudo blasonado y los elegantes enrejados de ventanas y balcones.
Aneja al palacio se puede ver otra construcción que alojó a la cárcel del pueblo y aislada en lo alto del cerro se yergue la iglesia parroquial de la Asunción, un templo de muros resquebrajados que amenaza con venirse abajo en cualquier momento y que parece sostenerse apoyado en su sólido torreón. Tanto el campanario como la puerta de entrada, cubierta por un ruinoso atrio, conservan rasgos de la primitiva construcción románica, muy alterada.
Detrás de la iglesia, el cementerio, con algunas cruces de hierro, evoca otros tiempos en los que el pueblo contaba con cerca de un centenar de habitantes dedicados sobre todo a la ganadería y al cultivo de cereal.
La población se repartía en una veintena de viviendas, que en algunos casos todavía se mantienen en pie gracias a su nuevo destino como residencias de fin de semana y que aparecen precedidas por cuidados jardines.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)

Granadilla - Cáceres

La localidad de Granadilla, fundada por los musulmanes en el siglo IX, es un caso excepcional entre los pueblos deshabitados de la península. Su caserío, envuelto por una magnífica muralla y declarado conjunto histórico-artístico, ha sido objeto de una lenta y tenaz restauración desde 1984 y ofrece un raro contraste entre la ausencia de tejados y los cuidados muros de las casas, que producen la impresión de un laberinto de piedra presidido por la iglesia de la Asunción y el castillo. Desde su recinto amurallado el silencio del pueblo se hace más elocuente y la vista alcanza una completa panorámica del entorno, dominado por el embalse de Gabriel y Galán, principal causa del abandono de Granadilla.

Castillo inexpugnable
Hasta los años 50, la localidad contaba con más de 200 viviendas y una población superior a los 1.000 habitantes, dedicados principalmente a la agricultura del cereal, el olivar y los pastos y al cuidado de una nutrida cabaña ganadera de cabras, vacas y caballos. En el río Alagón, entonces sin embalsar, abundaban los barbos y la industria local incluía telares de lienzo, molinos harineros y lagares de aceite. El pueblo tenía escuela, ayuntamiento con tribunal y una cárcel habilitada en el castillo, un robusto edificio de aspecto inexpugnable, protegido por dobles puertas, rastrillo y barbacana.
En los años 60, la expropiación forzosa del término para ser inundado por el pantano, produjo la inevitable marcha de la población y en 1965 la localidad quedó vacía. Veinte años más tarde, el estado acometió su restauración y el caserío recobró tímidamente algo de su pasada belleza.
Gracias a ello, el viajero puede recorrer íntegramente el recinto de las murallas, de casi 1 kilómetro de longitud, acceder al interior por la puerta de la Villa y visitar el castillo. La plaza Mayor, animada por unos graciosos jardines y una fachada cubierta de conchas, sirve como lugar de encuentro de las distintas calles, que transcurren entre edificios en ruinas, caserones restaurados y terrenos baldíos que antaño sirvieron de huertas.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)

Cortecaldelas - Orense

Una estrecha pista asfaltada que transcurre entre arbolado, grandes rocas de formas caprichosas y zonas cubiertas de retama conduce al pequeño núcleo de Cortecaldelas, emplazado en un paraje solitario en las proximidades del embalse de San Estevo, una de las principales represas que aprovechan el cauce del Sil, en el curso encajonado de este río.

Galería de cristal
El mayor atractivo del caserío, ocupado únicamente por una familia de trato algo «áspero» con los visitantes, es la buena planta de sus edificaciones, construidas con grandes sillares de granito salpicado con manchas de musgo y protegidas por cubiertas de la tradicional teja árabe.
Algunas casas conservan robustas escaleras de piedra y espectaculares galerías acristaladas, en las que alguien olvidó prendas tendidas al sol. En medio del abandono generalizado se pueden ver bañeras recicladas como abrevaderos para el ganado y, en la zona más alta del pueblo, sobre un soleado cerro, se observa un grupo de bonitos hórreos convertidos en improvisados almacenes de trastos.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)