sábado, 29 de octubre de 2016

Fuensanta - Albacete

Fuensanta (Albacete), otro caso interesante pueblos abandonados cuyas ruinas nos dan a conocer un pasado de esplendor y bullicio, donde sus calles estaban llenas de movimiento, y cuya vida se articulaba en torno a un lugar de trabajo. El caso de los Pueblos Mineros es muy representativo de este tipo de poblados hoy ruinosos, que surgían en torno a una Mina y que gozaban de importancia hasta que la mina se cerraba o agotaba, lo cual suponía la sentencia de muerte para los mismos.

(Fuente: Jesús Hay)

Acebo - Orense

La localidad de Pombar, un recoleto núcleo rural que forma parte de la Ribera Sagrada orensana, ha sido uno de los destinos de la población que vivía en Acebo, un mínimo caserío de ocho casas emplazado en un paraje solo accesible a pie. La pista que lleva al caserío, tras pasar junto a un viejo molino y bordear un pasillo de hileras de árboles y muros de piedra, transita por un paisaje severo, cubierto de matorral y avivado únicamente por el sonido de los cencerros y los mugidos de las reses que pastan alrededor.
La soledad del lugar apenas deja entrever que estuvo habitado desde tiempos prehistóricos, como acredita la cercanía de las mamoas de A Moura, una forma de enterramiento muy extendida en toda la comarca. La misma aldea de Acebo estuvo habitada hasta hace veinte años por una población que vivía de la ganadería y explotaba un molino harinero al que acudían los lugareños del término. Los restos de aquel molino y de un horno comunal de hacer pan, apenas son visibles junto a un breve regato que pasa por las inmediaciones, en una zona cubierta de castaños. El resto del pueblo tan solo son algunas casas dispersas cuyas paredes de granito se confunden con las piedras nacedizas que salpican el terreno.

Amuletos contra las meigas
Las construcciones, hechas con grandes piedras berroqueñas y cubiertas de teja, conservan sólidos dinteles en puertas y ventanas y exhiben aún restos de los antiguos corrales, hoy invadidos por la hojarasca. En algunos casos los desnudos muros son el único testimonio visible de las viviendas y, en otros, las construcciones parecen haber prolongado su vida convertidas en cuadras y almacenes de aperos. Sobre una puerta descolorida, una simple herradura sirve como ingenuo amuleto protector frente a la amenaza de las meigas.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)