sábado, 22 de octubre de 2016

Poblado minero de Rodalquílar - Almería

En 1998 las excavadoras ponían fin a este poblado minero de más de 60 años, derribando gran número de viviendas y llevando a cabo una operación drástica de desalojo de sus ocupantes. Se cerraba así, arbitrariamente, un capítulo en la historia de un singular barrio fundado para albergar a los trabajadores de la explotación del cercano cerro del Cinto, donde se había obtenido cuarzo rico en oro.
Antaño, Rodalquilar era una aldea de pescadores, pero a partir de 1926 comenzaron las extracciones de mineral a cielo abierto, que inicialmente estaban en manos de una firma inglesa y fueron incautadas por los trabajadores durante la Guerra Civil. Al finalizar ésta, las minas pasaron a ser propiedad del Estado pero la obtención del oro, que se había mantenido en torno a los 5.000 kilos anuales, fue descendiendo y dejó de ser rentable. En 1966 las minas se cerraron definitivamente y la población de Rodalquilar pasó de 1.300 a 300 habitantes.
En los últimos años, el primitivo núcleo de pescadores se ha convertido en una zona de chalets, mientras que el poblado minero pasó a ser habitado por numerosas familias, algunas emparentadas con sus anteriores ocupantes. La destrucción de las casas ha convertido el lugar en un cúmulo de cascotes sobre los que avanza la vegetación y muros en los que aún se observan pintadas de protesta.

Instalaciones ruinosas
El poblado, asentado en un llano, estaba formado por hileras de viviendas de una planta, con un patio ajardinado y agrupadas en pequeñas manzanas. En cada esquina del barrio había una escuela, lo que da idea de una abundante población infantil, y fuera de este recinto estaban las casas de los técnicos y otros edificios como el casino, la iglesia, el economato y el cuartel de la Guardia Civil.
Cerca se alzan las edificaciones mineras, con sus estructuras de hormigón y los esqueletos de sus torreones a media ladera. Las instalaciones, peligrosas a causa de los pozos y las galerías, incluyen grandes depósitos circulares destinados a tratar el mineral, así como la nave de los talleres, en la que se pueden ver restos de expositores e incluso una caja de caudales.


(Pilar Alonso y Alberto Gil)

Santa María de Buil - Huesca

En las laderas del cerro de Santa Cruz, elevado como una atalaya sobre los campos de labor, se asienta Santa María de Buil, población que en los siglos X y XI tuvo una notable importancia en el Sobrarbe, hasta el punto de que jugó el papel de capital de la comarca mientras Aínsa estaba en poder de los musulmanes. Su situación estratégica en el reino de Aragón y su emplazamiento a más de 900 metros de altitud, que permite tener una amplísima panorámica del entorno, hicieron de este núcleo un enclave privilegiado, coronado por un castillo del que apenas quedan restos.
El caserío se reparte en dos parroquias muy características. Nada más entrar en el pueblo se encuentra el barrio de San Martí, en torno a un magnífico templo del siglo XI declarado monumento nacional en 1976 - atendido por una agrupación de antiguos vecinos del pueblo que han evitado su ruina. La construcción, de tipo románico lombardo, es una de las más antiguas de este estilo en Aragón y, aunque fue modificada con poco acierto en el siglo XVII, todavía exhibe su planta de basílica. La solución de la torre, en cuya base se encuentra el atrio, se anticipó a su época influyendo en otras iglesias de la región.
Alrededor del templo se pueden ver algunas hermosas casas del siglo XVI, en las que se aprecian chimeneas, pozos y terrazas y que están siendo utilizadas esporádicamente por sus dueños. Desde este barrio se accede al de Santa María, situado en lo alto del cerro en torno a otra iglesia de gran tamaño, en estado ruinoso y terriblemente saqueada. Junto al templo se alzan el crucero y los muros del antiguo cementerio, y en dirección a la cima, el barrio apenas se mantiene en pie, con las paredes de piedra invadidas por una vegetación intransitable.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)