viernes, 21 de octubre de 2016

Avellanosa de Rioja - Burgos

Avellanosa de Rioja presenta uno de los conjuntos tradicionales urbanos mejor conservados de la provincia de Burgos. Unido a Eterna, que a su vez es pedania de Belorado, el pueblo está situado en un estrecho valle abierto por el río Reláchigo. Tradicionalmente agrícola y ganadero, llegó a tener 50 habitantes en el primer tercio del siglo XX, pero fue paulatinamente abandonado desde los años sesenta. Pese a ello, los hijos de Avellanosa se han preocupado de impedir que, como ha sucedido en muchos otros casos, la ruina se apoderase de la localidad. De esta forma, hoy día presenta una fisonomía urbana que lo distingue de la práctica totalidad de los pueblos burgaleses. En la iglesia de San Esteban destaca su esbelta torre-campanario de planta cuadrada, con características muy singulares. Templo de nave única, ábside recto y sacristía, en su fachada norte se adosa el cementerio. En su interior, guarda un retablo mayor neclásico dedicado a la Santísima Trinidad y otro menor dedicado a la Virgen del Rosario. Los propios vecinos emprendieron en 2009 la tarea de reforzar y restaurar la ermita de la Santísima Trinidad.

ARQUITECTURA POPULAR
Sus casas responden al modelo más primitivo de vivienda popular imperante en la comarca del alto Tirón. El elemento constructivo protagonista en Avellanosa es el entramado de madera relleno de adobe y en algunos casos, con ladrillo de tejar. Todas las edificaciones cuentan con un zócalo ejecutado con cantos rodados y están cubiertas con tejados a dos aguas, que además presentan amplios aleros con canes de madera trabajados y tallados. Las influencias provienen de la arquitectura popular de la Bureba.


(Pueblos abandonados y despoblados)

A Valia - Asturias

El bullicioso cauce del Agüeira, que recoge sus impolutas aguas de pequeños arroyos en este rincón de Los Oscos, ha creado un entorno idílico a su paso por A Valia, una aldea integrada apenas por tres casas, una capilla derruida y restos de otras construcciones, cuyos orígenes se remontan al siglo XIII. Algo de esa atmósfera medieval se respira aún en este núcleo de pizarra y piedra oscura, que asoma entre el arbolado como el escenario de una leyenda artúrica y que, por la pureza de su arquitectura, ha sido catalogada como conjunto histórico-etnográfico de interés.
Desde tiempos remotos, A Valia estuvo habitada por una población estable que ocupaba tres casas y algunas cabañas, hoy desaparecidas, y que a mediados del siglo XX se reducía a 16 habitantes. La economía de la aldea se mantuvo gracias a la agricultura y a la industria de la forja, realizada con ayuda de un mazo movido por la corriente del agua. Pero la crisis de ambas fuentes de riqueza produjo el abandono de la aldea.
Hoy, la única huella visible de la herrería son los restos de la canalización del mazo y un curioso blasón que se conserva en la casa principal, en el que figura la palabra Vizcain, tal vez porque la mayoría de los herreros procedían de Vizcaya. La influencia vasca se hizo presente en el nombre que se daba en la comarca a los artesanos de las herrerías, llamados "arozas" (de arotz, herrero en euskera).
El otro testimonio de que esta aldea estuvo llena de vida es el molino de grano, una minúscula construcción junto al río. En lo alto del caserío quedan las paredes y restos del campanil de la capilla, una modesta obra de piedra datada en 1766 y, al otro lado del valle, sobre un altozano, se levanta As Casias, un caserón acompañado de un hórreo de buen porte.


(Pilar Alonso y Alberto Gil)