miércoles, 7 de diciembre de 2016

Modamio - Soria

Antes de llegar a Modamio, la carretera transita por una zona de paramera con breves ondulaciones que apenas anticipan la proximidad de algún profundo cañón. En uno de esos quiebros del paisaje, a más de 1.200 metros de altitud, se encuentra el caserío de Modamio, protegido por unas laderas terrosas sobre las que se asientan los característicos palomares y animado por el cauce de un arroyo que transcurre entre bosques de ribera.
El único habitante del pueblo durante todo el año es un pastor, que ocasionalmente mitiga su aislamiento gracias a la presencia de otros vecinos, durante los fines de semana y las temporadas de verano. Debido a esa tímida recuperación, Modamio conserva varias casas en regular estado y sobre lodo permite disfrutar de la estampa de su encantadora iglesia de la Natividad, un templo románico precedido de un pequeño atrio sobre el que se construyó en tiempos la casa consistorial. El interior de la iglesia, con algunas inquietantes grietas, conserva el coro y el espacio destinado a sacristía.
El resto del caserío se reparte a ambos lados del cauce y en su decadencia deja entrever un pasado de cierta pujanza, en que llegó a contar con más de 40 casas, una escuela mixta y un centenar de vecinos dedicados al cultivo de cereales, patatas y garbanzos y a la cría de ganado, sobre todo ovejas, que se alimentaban en los pastos del término. Éste incluía además una dehesa y un monte de encinar que abastecía de leña a los lugareños, tanto para la cocina como para caldear el hogar y hacer frente al clima frío de la comarca.
La dureza de las condiciones de vida, como en otros muchos sitios, fue lo que produjo el éxodo de los vecinos y cuando la electricidad llegó a Modamio, allá por los años 40, el pueblo ya había sufrido un daño difícil de reparar.


(Pilar Alonso y Alberto Gil)

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