domingo, 20 de noviembre de 2016

La Alameda - Segovia

El camino que conduce al pequeño barrio de La Alameda es un bonito sendero que remonta la ladera de un cerro a la sombra de esbeltos árboles. El propio nombre del lugar se debe a que estuvo poblado por abundantes olmos, conocidos como álamos en buena parte de Castilla, diezmados por la epidemia de grafiosis que atacó a la especie en todo el mundo. La transparencia del aire en esta ladera del Guadarrama parece haber tenido efectos balsámicos sobre la vegetación, ayudada por la pureza del agua, que mana generosamente en el término y aún nutre algunas pequeñas huertas.
Nada más entrar al pueblo, un fresco caño alivia la sed del visitante y cae a continuación sobre una pila en la que abrevaba el ganado cuando el caserío estaba habitado. Las primeras citas de la aldea se remontan al año 1587 y cuatro siglos más tarde todavía contaba con 52 habitantes, pero hacia 1970 quedó despoblada a causa de la falta de luz y agua corriente y se produjo una auténtica diáspora de sus vecinos que en algunos casos acabaron buscando trabajo en Francia.
El núcleo, no obstante, contó con hermosos edificios -algunos preservados por sus dueños y en buen estado- y todavía ofrece la estampa de un rincón apacible en el que se reparten casas de amplios portalones, ruinosas paredes de piedra y construcciones cubiertas de maleza. En un rincón casi inaccesible tras un muro de zarzas se esconde una casa que exhibe su año de construcción, 1874, sobre el dintel de una ventana, una tosca cruz grabada sobre la puerta y algunos sencillos adornos de esgrafiado en la fachada. Muy cerca, un camino de ruedas de molino permite salvar el suelo encharcado hasta una mínima fuente que mana entre las piedras.


(Pilar Alonso y Alberto Gil)

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