lunes, 21 de noviembre de 2016

Camporredondo - Soria

Cuando se avista el campanario de Camporredondo, en medio de un tupido arbolado y en un valle protegido de las inclemencias del tiempo, no se comprende que este sea uno de los numerosos pueblos abandonados del norte soriano. El paraje, que parece arrancado de una estampa de la Arcadia, cumple todos los requisitos para convertirse en un lugar de refugio, lejos de la agitación urbana y, de hecho, sus antiguos habitantes regresan de vez en cuando añorando la bucólica cadencia del río que bordea el pueblo entre bosques ribereños.

Repoblaciones de pinar
Todavía en el siglo XX, Camporredondo contaba con 32 familias que vivían del ganado lanar, y cultivaban algunas huertas que permanecen activas a la entrada del caserío. Pero a finales de los 60, las repoblaciones de pinar impusieron un cambio radical en el uso del suelo y los habitantes de ésta y otras poblaciones se quedaron sin pastos y tuvieron que irse. Aquella herida no se ha cerrado y décadas después los lugareños siguen acusando al Icona de haberles privado de sus tierras.
Los vecinos de fin de semana han evitado el derrumbe total del núcleo, al que se accede cruzando un gracioso puente de piedra. El camino conduce a la calle principal que sube por la ladera de un pequeño cerro, bordeando la iglesia, sitiada por una maraña de zarzas y ortigas. El edificio, con un estilizado campanario que ha perdido parte de la cubierta, muestra los restos de su atrio y algunas ventanas de cristales emplomados.
Algo más arriba, la calle continúa hacia un conjunto de sólidos caserones y, a las afueras del pueblo, junto a la misma carretera, el cementerio encierra un bosquete de árboles y arbustos que apenas deja entrever un par de cruces de piedra.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)

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