miércoles, 30 de noviembre de 2016

Vellosillo, Soria

Vellosillo está al norte de la provincia muy cerca de la provincia de La Rioja en la llamada comarca de Tierras Altas, en la zona de Yaguas. Situado en una pequeña ladera por encima del río Ostaza.
No hay señales de vida aunque alguna casa ha sido rehabilitada.
La iglesia está derruida casi por completo.

(Pueblos abandonados o despoblados)

Lacort - Huesca

Antes de que quede bajo las aguas del embalse de Jánovas, Lacort ya ha sido sepultado por un tupido manto de vegetación que ha cubierto sus veredas, trepando por las paredes y colándose a través de puertas y ventanas hasta imponer su presencia en cuadras y salones. Un denso ramaje en el que sobresale el perfil de los edificios, en peligroso estado de ruina como se advierte en un cartel clavado en uno de sus muros.
Muy lejos queda la primera mención de este lugar, citado en el año 1095 como la heredad de Lacorres. Siglos más tarde, en 1495, era conocido como Cort de Tricas y ya contaba con 7 "fuegos" y durante el siglo XIX había casi un centenar de vecinos dedicados al cultivo del trigo, el maíz, el cáñamo y el mijo, así como a la cría del ganado lanar y a la pesca de la trucha en el cercano río Ara.
Todavía en 1970 estaban censados 26 habitantes pero al cabo de pocos años se produjo la marcha definitiva de la población, desalojada por el proyecto de un embalse que tras permanecer un largo periodo archivado en el cajón, ha vuelto a salir a la luz.

Batán y molino harinero
Entre las construcciones se pueden apreciar algunos edificios de buena planta y una altura poco común en la zona, precedidos por sus correspondientes patios y por los corrales, a los que se accedía por una entrada cubierta de tejadillo. Las paredes de los pajares, las cubiertas de pizarra y las escasas chimeneas que despuntan en los tejados ilustran también el carácter tradicional del núcleo de Lacort, estructurado alrededor de una sola calle.
El tiempo y las zarzas han borrado toda huella del cementerio, así como del batán y el molino harinero que estaban en activo durante el siglo pasado, junto a la carretera se alza lo que debió ser el único comercio del pueblo, una tienda de "géneros coloniales y del país" y alrededor de las ruinas aún se extienden algunos cultivos de cereal, último regalo de estos campos antes de quedar sumergidos.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)

Casillas de Díaz - Málaga

La sequedad y pobreza del terreno parecen haber ganado la batalla a esta aldea, formada por varios núcleos de casas que salpican un paraje de la sierra Gibargalla, dominando unas excelentes panorámicas del valle de Guadalhorce. Las edificaciones, en estado muy ruinoso, se reparten en dos o tres cerros, a distintas alturas y aprovechando los vaivenes de un terreno en el que apenas asoman algunas encinas, almendros y algarrobos que ayudaban al pueblo en su precaria subsistencia.
A mediados de los años setenta, la mayoría de los habitantes de Casillas buscaron acomodo en los nuevos pueblos de colonización de Cerralba y Zalea, asentados en el valle y volcados en una agricultura más productiva. Con anterioridad, los vecinos de la aldea se habían dedicado a actividades tan diversas como la elaboración de carbón vegetal y la producción artesanal de escobas de retama que vendían en los pueblos de la comarca. Pero la falta de luz y de agua, que sólo se podía obtener en algunos pozos, hoy secos, produjo la total decadencia de esta localidad que pasó de tener más de cien viviendas, escuela y bar con tienda, a convertirse en un fantasmagórico caserío.
El pueblo, al que se accede por un camino que atraviesa la pelada sierra coronada por un repetidor de televisión, aparece diseminado por las paredes de una especie de vaguada que desciende hacia el valle.

Chicharras y ortigas
El mayor núcleo de viviendas bordea la calle principal, formando sendas hileras, entre las que se mantienen en pie algunas casas blanqueadas y cubiertas con la tradicional teja árabe. Su interior, de una simplicidad extremada, a menudo contaba con una sola habitación dividida en dos mediante cañizos. Entre las construcciones abundan también las cuadras, hechas con muros de piedra y, de vez en cuando, algunas paredes de mayor altura recuerdan la existencia de casas de dos plantas, en las que se adivinan escaleras, chimeneas y restos de antiguos patios.
Sobre sus escombros asoman las pitas, las ortigas prosperan sin dificultad y se mueve libremente una nutrida población de reptiles que abandonan sus mudas entre las piedras.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)

Lugar de Xestas - La Coruña

Son las ecoaldeas, pequeñas localidades en las que sus habitantes luchan porque cualquier actividad desde la construcción de viviendas, el uso de energía hasta la alimentación o la ganadería sean 100% ecológicas.  
La ecoaldea coruñesa de Xestas puede presumir de ser la primera. Los trabajos de recuperación de este pueblo comenzaron en 1973. Siempre basándose en una explotación sostenible y ecológica, esta ecoaldea cuenta con tres casas y varios alpendres así como una huerta, dos estanques artificiales y varios paneles fotovolcaicos que les permiten tener electricidad.

(Blog Ecoista) 

martes, 29 de noviembre de 2016

Pardamaza - León

El camino que lleva a Pardamaza, cubierto por unos castaños centenarios que apenas filtran el paso de la luz, predispone al viajero a dejarse cautivar por el bello paisaje boscoso que rodea esta localidad, desierta buena parte del año.
Sólo las paredes intactas del recoleto cementerio, la estampa de la cuidada iglesia de piedra, con su espadaña coronada por el campanario, y numerosas casas convertidas en segundas residencias, demuestra que los vecinos, descendientes de los antiguos habitantes, no están dispuestos a abandonar por completo el pueblo. De hecho todos los años a mediados de agosto celebran tenazmente sus fiestas patronales, con procesiones y una pequeña orquesta que tiñen el aire de bullicio y melancolía.
El pueblo, formado por más de 30 casas, durante el siglo XIX llegó a contar con ciento veinte habitantes que vivían de la ganadería, el cultivo de lino y centeno y la caza de jabalíes, faisanes e incluso osos, que todavía frecuentan una zona de brañas situada a 10 kilómetros del pueblo.

Caldo de castañas
En épocas de escasez, las castañas también formaron parte de la alimentación de muchos vecinos, que las guisaban con patatas haciendo una especie de caldo, las cocían con leche o las asaban utilizando un rudimentario tambor de hierro. Las paradojas del destino han querido que aquellas mismas castañas, que "quitaron mucha hambre en la posguerra", según un veterano vecino del pueblo, hoy se coticen por su calidad y acaben envasadas en licor por una conocida marca de alimentos artesanos de Cacabelos.


(Pilar Alonso y Alberto Gil)

Estación de Fosado - La Coruña

La estación de Fosado fue inaugurada en el año 2003, después de la modificación de la línea ferroviaria Zamora-A Coruña a su paso por Ordes. Se localiza en el km. 401.323 de esta línea. Debido al nuevo trazado se construyó la nueva estación a más de 5 km de la villa de Ordes. Si la antigua ya quedaba un poco a desmano la nueva se lleva la palma y por ello su uso hoy es prácticamente nulo asemejándose a una estación fantasma.

(Galicia máxica)

lunes, 28 de noviembre de 2016

Aniago - Valladolid

Aniago se nos muestra com un despoblado situado en el municipo de Villanueva de Duero, en la provincia de Valladolid.
Localizado en la Cuenca del Duero y recibiendo aguas del Pisuerga. A principios del siglo XIV era un pueblecito con termino extenso. Tras varias transferencias entre realeza e iglesia, Aniago se retrató a mediados del siglo XVIII como el “despoblado de la Villa de Aniago, perteneciente al Real Monasterio de Nuestra Señora de Aniago” en el Catastro de Ensenada.
Pese a aparecer como despoblado en varios censos, en 1787 el desglose de habitantes y viviendas muestra una población de uno 60 habitantes y unas 45 viviendas familiares.
Aniago por lo tanto, representa la historia de un eterno despoblado tierra de caza menor, de colonos que cultivaron sus tierras y sucesivos asentamientos religiosos.
El convento de Aniago, era la excusa que permitía sostener su existencia; sin embargo, al desamortizarse este (S. XIX), Aniago perdió a sus últimos habitantes.
Para 1898, Aniago ya era un despoblado lleno de ruinas. Años después, nuevos propietarios agrícolas convieritieron el espacio en granja agrícola.
En el interior de la antigua cerca donde se encontraban los edificios monásticos y las viviendas de los colonos lugareós está prácticamente en ruinas. Tan solo se han aprovechado algunos restos como refugio de ganado y maquinaria.
Hoy en día, Aniago posee una parcela considerable de actividad agrícola, maquinaria y gente que trabaja la granja aunque no vive en el sitio. Los campos sembrados de cereal y otros productos mantienen lo que antiguamente fue un importante monasterio del que hoy solo quedan ruinas y recuerdos en papel.

(Pueblos del olvido)

Bifurcació-Vilanova (Barcelona)

Bifurcació-Vilanova iba a ser la tercera de Barcelona cuando Sants todavía era de mercancías y todo el tráfico lo concentraban Norte y Francia. Situada poco antes del desvío en lo que hoy es la estación de autobuses, se construyó este apeadero subterráneo que conserva mobiliario, escaleras mecánicas, andenes y vestíbulo. Nunca llegó a funcionar debido a una reestructuración a finales de los años 80, en la que desaparecía el ramal Marina, se soterraba el ramal Glòries y se creaba el ramal Besós. Además, parte del andén tuvo que ser destrozado para sortear un cruce con el nuevo trazado que llevaría la línea de Mataró hasta L'Hospitalet.  Las instalaciones han estado dejadas durante años y han acumulado basura y destrozos. "Hay cámaras de seguridad y en ocasiones, agentes de Adif. Hace tiempo que no se ve gente por esa zona, pero ha habido épocas en las que era una rambla", dice un conductor de trenes de Rodalies que prefiere no desvelar su identidad. Adif asegura que no tiene ningún plan especial para este tipo de instalaciones sin uso.   

(El País)

domingo, 27 de noviembre de 2016

Chalet de Catllaràs - La Pobla de Lillet

Esta casa-refugio de montaña fue diseñada por Antoni Gaudí y edificada por Eusebi Güell que fue el propietario de  la  fábrica de cemento Asland en Castellar de n'Hug.  Era el lugar en el que se alojaban los ingenieros de la fábrica.
Anexo al chalet  se  construyeron unos jardines integrados al entorno, aunque de menor tamaño estos eran muy similares a los  del Parque Güell, se conocen como los "Jardines  de Artigas". Gaudi diseñó una glorieta que servia de mirador y también una  gruta y cascada y construcciones varias con forma de serpiente.
El  sitio estuvo olvidado y prácticamente abandonado hasta el año 1971.
En la actualidad el chalet y la zona de los Jardines de Can Artigas son de propiedad municipal y están abiertos al público.

(Pueblos fantasmas de Cataluña)

Estación abandonada de Canfranc

Su silueta recuerda la de los palacetes franceses del XIX. Fue una gran estación internacional, un hotel de lujo, un nido de espías perfecto para una película. La inauguró Alfonso XIII el 18 de julio de 1928, y languideció durante años hasta el cierre de la línea en marzo de 1970. El hundimiento de un puente en el lado francés de la línea férrea que atravesaba los Pirineos y unía Francia con España fue la gota que colmó el vaso. Francia no reparó el daño, una prueba más del poco interés que había entonces para mantener la línea. En los últimos años, el Gobierno de Aragón -nuevo propietario del inmueble- ha invertido para frenar su deterioro y evitar el hundimiento, mientras se planea su futuro. Se habla de un proyecto hotelero, cultural (un museo ferroviario) y, últimamente, de convertirla en un gran punto de unión de tres grandes estaciones de esquí del Pirineo aragonés -Candanchú, Astún y Formigal- a través de una red de once kilómetros de telesillas, telecabinas y remontes, con Canfranc como punto de partida.

(Grupo Europa Viajes)

Estación de Yanguas de Eresma

Visitamos la vieja estación de Yanguas de Eresma, en la provincia de Segovia. La estación pertenece a la línea Segovia - Medina. La línea se construyó durante la década de 1880, finalizándose en abril de 1884. El tren inaugural partió de Medina del Campo el 1 de junio del mismo año. Por esa línea pasaron trenes tanto de mercancías como de pasajeros y correo, siendo un importante eje de comunicación en la meseta castellana. Un siglo después de su construcción, en 1984, la línea fue renovada para permitir el tránsito de trenes más rápidos, pero para entonces su situación ya era delicada. En 1985 se cerraron miles de kilómetros de vías, pero la Segovia - Medina resistió hasta 1993, cuando el Gobierno ordenó el cese de actividad. Desde entonces la estación de Yanguas ha permanecido abandonada, aunque algunos tramos de la Segovia - Medina se reconvirtieron en vías de alta velocidad para el AVE.

(De otro tiempo)

Estación de Villarino de Conso-La Capilla

La estación de Villarino de Conso-La Capilla (en gallego: Vilariño do Conso-A Capela) es una estación ferroviaria situada en la localidad de La Capilla en el municipio español de Villarino de Conso en la provincia de Orense, comunidad autónoma de Galicia. Desde el cierre de la línea Puebla de Sanabria-Ourense en los recortes del sector ferroviario producidos por el Gobierno en junio de 2013, esta estación no tiene servicios ferroviarios.

(Wikipedia)

sábado, 26 de noviembre de 2016

Rebollosa de Escuderos - Soria

En medio del paisaje desolador de la sierra de Pela, uno de los más despoblados de la Península, el esqueleto de Rebollosa de Escuderos aparece ante el viajero como un testimonio de las austeras condiciones de vida en esta zona que abarca una franja de territorio al sur de la provincia de Soria y al norte de Guadalajara.

Caza abundante
Durante el siglo XIX, la localidad contaba únicamente con diez casas y poco más de 40 habitantes, pero disponía al menos de escuela de instrucción primaria y su templo, de buenas dimensiones, era atendido por un párroco que se repartía entre este pueblo y Cañicera, hoy también abandonado. La vida transcurría con el cadencioso ritmo de las actividades agrícolas, sobre todo el cultivo de trigo, avena, centeno, patatas y legumbres, así como el cuidado de vacas y ovejas y la caza de perdices, abundantes en el término. El agua no faltaba y para las necesidades domésticas el vecindario recurría a una fuente que manaba en abundancia. Un siglo más tarde, la falta de electricidad y de agua corriente dejó a esta población en una situación marginal y quedó deshabitada, convirtiéndose poco a poco en un conjunto de ruinas que se apiñan en una pequeña loma rodeada por los austeros campos de secano.
Entre los cascotes y las paredes, de una peculiar piedra rojiza, el visitante apenas aprecia ya un par de caserones que se mantienen en pie a duras penas. Sobre el chato perfil de las ruinas destacan únicamente los restos del templo, antaño dedicado a San Gervasio, que conserva el campanario, un esbozo del ábside y algunas paredes en inminente estado de derrumbamiento.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)

La Mussara . Tarragona

La Mussara es un pueblo fantasma desde el año 1956 y muy famoso por misteriosas desapariciones que aún están por resolver. a Mussara se encuentra en el término municipal de Vilaplana en la provincia de Tarragona y es famoso por la belleza de los paisajes que le rodean. 
En la actualidad alberga ocho edificios en ruinas, entre ellos la antigua iglesia de San Salvador con un campanario del año 1859.

(Pueblos fantasmas de Cataluña)

La Mata - Soria

La vegetación que crece a su libre albedrío alrededor de La Mata ha aislado de tal forma esta aldea que obliga al viajero a dar un continuo rodeo, cruzando una torrentera y subiendo por las terrazas de los antiguos cultivos hasta llegar al corazón del caserío. Una vez en él, la vista abarca sin dificultad todos los edificios, poco más de una quincena de construcciones muy derruidas, cuyos escombros han ido sepultando el trazado de las antiguas calles hasta hacerlas intransitables.
La localidad de La Mata dependía antiguamente del ayuntamiento de Vellosillo, núcleo cercano que también ha quedado abandonado, pero en el siglo XX pasó a ser un barrio de la población de Yanguas y en sus mejores tiempos cobijó a más de 30 familias dedicadas al cereal y al cuidado de rebaños de cabras y ovejas. A finales de los años 70 quedó completamente desierto y sus vecinos se repartieron por los pueblos de alrededor, pero los más viejos todavía recuerdan que, a falta de luz eléctrica y por tanto de televisión, era costumbre que la gente del pueblo se juntara todas las noches en una casa para charlar y comentar los pequeños acontecimentos del día.
El recorrido bordeando las construcciones, entre las que se adivina algún que otro horno de pan, se antoja como una especie de ejercicio de evocación de esa época, difuminada entre las paredes de lajas de piedra y las cubiertas de teja hundidas por el abandono.
En un extremo del pueblo y junto a las paredes del cementerio se puede ver la iglesia de la Asunción, precedida de un arco adovelado y próxima a un arroyo que se salva mediante un tosco puente de piedra. Desde este punto la panorámica del entorno es espectacular y abarca la distante villa de Yanguas y su hermoso castillo. A las afueras de La Mata, la ermita de San Roque se mantiene heroicamente en pie entre viejos campos de cereal.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)

jueves, 24 de noviembre de 2016

Hinojo, León

Hinojo o Dehesa de Hinojo son unas viviendas tipo caserío que en su día albergaban  a los campesinos que trabajaban para el  Marqués de Esteva propietario de la finca que contenía varias viviendas más la casa del Marqués que es la gran casa que se encuentra en la parte de delante junto a la carretera.
Un poco más arriba de la casas, como a unos 400 metros se encuentra la ermita.

(José Díaz Martín)



Taniñe - Soria

El pueblo de Taniñe, habitado solamente por un vecino a lo largo del año, es un ejemplo elocuente de los cambios impuestos por una población estival y de fin de semana que ha convertido este caserío en una extraña mezcla de edificios abandonados y rincones de una estética dominguera, no desprovista de cierta gracia.
Nada más llegar, varios carteles puestos por un bromista señalan la proximidad del hotel Carlton-Rioja, y la entrada del pueblo recibe al visitante con una plaza-mirador presidida por una fuente de azulejos, adornada por un estanque y protegida del vacío por una balaustrada de arcos de piedra.

Antigua cárcel
El callejeo reserva otras sorpresas, como una plazuela rodeada de torres de piedra y adornada con rosales y un edificio que jugó el papel de casa consistorial y que en otros tiempos tuvo su propia cárcel. En un extremo de la población se alza el templo parroquial de Santiago, cubierto de hiedra, y muy cerca una casa exhibe en el dintel de su ventana inscripciones del siglo XVII.
La quietud del pueblo durante el otoño y los fríos inviernos de la zona apenas permiten imaginar otras épocas no tan lejanas, en que llegó a contar con 250 vecinos, dedicados al cultivo de legumbres, a la recogida de leña y a la ganadería. La riqueza de los pastos permitían mantener una nutrida cabaña de ovejas, churras y merinas, mientras algunos lugareños trabajaban como herreros haciendo labores de armería y cerrajería. Así transcurría el año y, con la llegada del invierno, muchos vecinos de Taniñe emigraban a Andalucía y buscaban sustento en el pastoreo o en los molinos de aceite, anticipándose a una huida que siglos más tarde dejaría el pueblo desierto.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Castellnou de Montsec - Lérida

La primera impresión que trasmite Castellnou de Montsec, encaramado sobre un otero de roca, es la de un pueblo fortificado que aún permanece vigilante sobre el paisaje montañoso del entorno y los campos cubiertos de robles y encinas. De hecho, el propio nombre del pueblo hace referencia a su castillo, una construcción palaciega que apenas conserva algunos muros de la fortaleza primitiva y que estuvo habitado hasta hace diez años por los descendientes de sus antiguos dueños. 
Uno de los personajes notables de aquella dinastía, Gaspar de Portola, fue gobernador de California y permanece actualmente enterrado en el templo de Castilnou, una minúscula iglesia consagrada a Sant Esteve y cuya espadaña sostiene dos campanas.

Llega la electricidad
El núcleo de casas, que rodean el palacio apiñándose al borde de la pendiente, giran alrededor de una minúscula plaza en la que no es difícil encontrarse con alguno de los escasísimos vecinos que todavía mantienen un débil contacto con el pueblo. Sobre una placa queda constancia de la llegada de la luz eléctrica en 1978, cuando el pueblo ya había iniciado su imparable declive.
Durante el siglo XIX, Castellnou tenía más de sesenta vecinos sometidos a una vida precaria por la falta de agua, que en épocas de sequía les obligaba a buscarla muy lejos del pueblo. Algunas pequeñas fuentes y balsas, también apartadas, aliviaban esta situación de escasez y permitían mantener una reducida cabaña de ganado y algunos cultivos de patatas y cereal. Las familias se repartían en una treintena de viviendas, en su mayoría simples construcciones de piedra de una sola planta, muchas de las cuales están ahora en la más absoluta ruina. Al borde del pueblo se pueden ver los desnudos muros de las cuadras con sus tejados hundidos y junto a la iglesia, el cementerio ocupa una breve terraza que se asoma al horizonte ilimitado.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)

Nardues - Andurra (Navarra)

En las cercanías de la barrera montañosa de Izco y en medio de una extensa zona de secano, se alza la localidad de Andurra, núcleo minúsculo formado por una sola calle a cuyos lados se mantienen en pie media docena de casas, que parecen haber tenido un nuevo destino como almacenes.
Máquinas cosechadoras y la presencia ocasional de algún pastor indican débilmente que las tierras, antaño dedicadas a La siembra de cereal y patatas, todavía se mantienen productivas.
Hace más de un siglo, la población de Andurra alcanzaba el medio centenar de vecinos, cuya vida transcurría sin sobresaltos entre las tareas agrícolas y la cría de ganado lanar y vacuno, aprovechando la proximidad de algunas zonas de pastos. La existencia de dos pequeños regatos que vertían al río Irati permitía el aprovechamiento del agua en los cultivos y, para uso doméstico, los lugareños se servían de una pequeña fuente cercana.

Dintel grabado
El recuerdo de aquella época y de otras mucho más lejanas se mantiene hoy en algunos mínimos detalles, como el año de construcción de una casa grabado sobre una piedra de su fachada o una tosca puerta de madera con remaches de hierro oxidado.
A las afueras del caserío, la iglesia, consagrada a San Martín, conserva una contundente torre de base cuadrada y un voluminoso ábside, así como los restos de un breve pórtico sobre la entrada principal. A un costado de la torre se extienden las desoladas ruinas de lo que pudo ser la casa del párroco.
Algo más retirado y en medio de los sembrados permanece el cementerio, rodeado de un murete y accesible por una puerta coronada por una sencilla cruz de piedra.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)

martes, 22 de noviembre de 2016

Valcovero - Palencia

La localidad de Valcovero es un encantador núcleo de casas de piedra cubiertas por tejados irregulares que parecen irse acomodando al desnivel del suelo. El caserío se escalona en el breve espacio de un valle cerrado, dominado por dos grandes peñascos y cubierto de una vegetación favorecida por las abundantes fuentes que manan en el término. Éstas aguas aún alimentan pequeñas huertas que denotan la presencia de un par de familias, únicos habitantes estables de la localidad después de que estuviera al borde del abandono total.

Una ermita a las afueras
A la vista del pueblo, adormecido en un dulce letargo, se hace muy lejana la época en la que contaba con 30 casas y más de ciento cincuenta habitantes, repartidos entre la agricultura y la ganadería. Pero a diferencia del cercano núcleo de Valsurbio, completamente arruinado, Valcovero mantiene muchas de sus construcciones en buen estado y todavía celebra su romería en septiembre, cuando los antiguos vecinos que han emigrado se reúnen en una ermita situada a poca distancia de la localidad.
El cuidado de las casas ha puesto a salvo algunos bellos ejemplos de arquitectura tradicional, mezclados con inoportunas techumbres de uralita como la que cubre parte del atrio de la iglesia parroquial, consagrada a San Lorenzo. Este sólido templo, asentado en lo alto del caserío y rodeado de espigados chopos, cuenta con una robusta torre cuadrada que guarda el campanario.
Junto a la iglesia se encuentra el cementerio, una breve cuadrícula de muros de piedra y tejas en cuyo interior se pueden ver algunas sepulturas presididas por cruces de madera de una sencillez espartana.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)

Torre de Amargós _ Lérida

A poca distancia de Castellnou de Montsec, en una zona baja de la misma sierra y rodeada de un paisaje en el que alterna el robledal joven, los cultivos en bancales y algunas áreas desgastadas por la erosión, se alza esta pequeña aldea que debe su nombre a la antigua presencia de un torreón de vigilancia, del que apenas quedan algunas piedras visibles, invadidas por la hojarasca.
Un breve camino que se aparta de la pista principal llevar directamente al caserío, dejando a mano izquierda el cementerio y los testos de la antigua capilla de la Virgen de la Concepción, edificio del que únicamente siguen en pie parte de los muros. Precisamente cerca de las ruinas se levantó en 1993 un templete de piedra que protege la imagen de la Virgen titular de la capilla, pidiéndole que siga haciendo de Madre "para los que somos de aquí/y a los que os saluden/mientras hacen el camino".

Una fuente muy apartada
Ya en la aldea, el silencio se ha adueñado por completo de los caserones, apenas media docena de edificios que asoman entre los espinos y dejan ver desvencijadas galerías de madera. Las construcciones, hechas con toscas piedras pizarrosas y cubiertas con lajas entre las que sobresalen las chimeneas, cobijaron una veintena de vecinos que vivían del cultivo de cereales, la producción de vino y el cuidado de algunas cabras.
Al igual que en Castellnou, la escasez de agua impuso unas fatigosas condiciones de vida, ya que los lugareños debían surtirse de una fuente, llamada La Boixera, que estaba situada a media hora de camino del caserío. El aislamiento y otras carencias agravaron esta situación y el pueblo quedó completamente deshabitado.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)

Orbaiz - Navarra

La polémica construcción de la presa de Itoiz, iniciada en 1987 y paralizada en varias ocasiones, a veces de forma violenta, ha pendido como una gigantesca losa sobre algunas localidades ribereñas del Urrobi, como Nagore, Itoiz y Orbaiz, provocando la marcha masiva de sus habientes a otros lugares con un porvenir menos incierto.
El caserío de Orbaiz es uno de los que más han sufrido esta despoblación y en sus callejones desiertos solo se dejan ver, de vez en cuando, algunos vecinos de fin de semana que aún mantienen, débilmente, sus raíces en el lugar.
La villa de Orbaiz estuvo formada por una veintena de casas que se alzaban a lo largo de tres calles empedradas y en la que vivían más de setenta habitantes, dotados de escuela y de una iglesia parroquial consagrada a San Martín. La economía local se basaba en el cultivo de trigo, avena, maíz y patatas, en una ganadería variada y en el aprovechamiento de las riquezas del entorno, rico en bosques y en canteras de piedra caliza. En épocas de escasez, algunos vecinos obtenían también beneficios de actividades menos lícitas como el contrabando de caballos.

Ventanas ojivales
Siglos después, un silencio pesado y amenazante invade el caserío, abandonado a finales de los 60 y en el que todavía se conservan en buen estado la mayoría de las casas, con hermosos portones de madera y algunas ventanas ojivales.
Entre las construcciones destaca el torreón de una casa fuerte del siglo XVII, así como la iglesia, una sobria construcción que ha perdido ya sus campanas, trasladadas por el obispado a Andoain. No lejos del pueblo, sobre un alto, se asienta la ermita de San Emeterio, que quedará bajo las aguas del pantano si finalmente éste se lleva a cabo.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)

lunes, 21 de noviembre de 2016

Abella - Gerona

Abella es un  pueblo situado sobre el valle de la riera d´Abella que es accesible por carretera comarcal desde el pueblo de El Veinat de Vallvigil. 
Tiene una población de 52 habitantes. 
Entre sus monumentos más destacados está la iglesia de Santa Lucía del siglo XII, es de origen románico aunque esta totalmente reformada. 
Desde el pueblo sale una camino sin asfaltar que lleva hacia el collado Verde donde se encuentra restos de antiguas minas de antimonio, hoy abandonadas.

(Wikipedia )

Camporredondo - Soria

Cuando se avista el campanario de Camporredondo, en medio de un tupido arbolado y en un valle protegido de las inclemencias del tiempo, no se comprende que este sea uno de los numerosos pueblos abandonados del norte soriano. El paraje, que parece arrancado de una estampa de la Arcadia, cumple todos los requisitos para convertirse en un lugar de refugio, lejos de la agitación urbana y, de hecho, sus antiguos habitantes regresan de vez en cuando añorando la bucólica cadencia del río que bordea el pueblo entre bosques ribereños.

Repoblaciones de pinar
Todavía en el siglo XX, Camporredondo contaba con 32 familias que vivían del ganado lanar, y cultivaban algunas huertas que permanecen activas a la entrada del caserío. Pero a finales de los 60, las repoblaciones de pinar impusieron un cambio radical en el uso del suelo y los habitantes de ésta y otras poblaciones se quedaron sin pastos y tuvieron que irse. Aquella herida no se ha cerrado y décadas después los lugareños siguen acusando al Icona de haberles privado de sus tierras.
Los vecinos de fin de semana han evitado el derrumbe total del núcleo, al que se accede cruzando un gracioso puente de piedra. El camino conduce a la calle principal que sube por la ladera de un pequeño cerro, bordeando la iglesia, sitiada por una maraña de zarzas y ortigas. El edificio, con un estilizado campanario que ha perdido parte de la cubierta, muestra los restos de su atrio y algunas ventanas de cristales emplomados.
Algo más arriba, la calle continúa hacia un conjunto de sólidos caserones y, a las afueras del pueblo, junto a la misma carretera, el cementerio encierra un bosquete de árboles y arbustos que apenas deja entrever un par de cruces de piedra.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)

domingo, 20 de noviembre de 2016

La Alameda - Segovia

El camino que conduce al pequeño barrio de La Alameda es un bonito sendero que remonta la ladera de un cerro a la sombra de esbeltos árboles. El propio nombre del lugar se debe a que estuvo poblado por abundantes olmos, conocidos como álamos en buena parte de Castilla, diezmados por la epidemia de grafiosis que atacó a la especie en todo el mundo. La transparencia del aire en esta ladera del Guadarrama parece haber tenido efectos balsámicos sobre la vegetación, ayudada por la pureza del agua, que mana generosamente en el término y aún nutre algunas pequeñas huertas.
Nada más entrar al pueblo, un fresco caño alivia la sed del visitante y cae a continuación sobre una pila en la que abrevaba el ganado cuando el caserío estaba habitado. Las primeras citas de la aldea se remontan al año 1587 y cuatro siglos más tarde todavía contaba con 52 habitantes, pero hacia 1970 quedó despoblada a causa de la falta de luz y agua corriente y se produjo una auténtica diáspora de sus vecinos que en algunos casos acabaron buscando trabajo en Francia.
El núcleo, no obstante, contó con hermosos edificios -algunos preservados por sus dueños y en buen estado- y todavía ofrece la estampa de un rincón apacible en el que se reparten casas de amplios portalones, ruinosas paredes de piedra y construcciones cubiertas de maleza. En un rincón casi inaccesible tras un muro de zarzas se esconde una casa que exhibe su año de construcción, 1874, sobre el dintel de una ventana, una tosca cruz grabada sobre la puerta y algunos sencillos adornos de esgrafiado en la fachada. Muy cerca, un camino de ruedas de molino permite salvar el suelo encharcado hasta una mínima fuente que mana entre las piedras.


(Pilar Alonso y Alberto Gil)

Sobrón - Lantarón (Alava)

La pequeña villa de Sobrón, apartada en un paraje del desfiladero que cae en picado sobre el curso del Ebro, es un caserío diseminado entre montes abruptos. Sólo las dimensiones de la iglesia parroquial emplazada en un alto y camuflada bajo grandes árboles, deja entrever que aquí hubo un pueblo formado por algo más unas cuantas casas que asoman entre la floresta, sin otra compañía que algunos vecinos de fin de semana y los sonidos de un ganado que se sigue guardandose en los cercados del entorno.
Hasta hace algunas décadas, Sobrón era un núcleo de treinta casas, con una población de ciento veinte habitantes y una escuela a la que asistían veintitantos niños. El vecindario, aprovechando la bonanza del clima, vivía del cultivo de las huertas y de algunos frutales, como manzanos y cerezos, y se dedicaba esporádicamente al carboneo. La presencia de fuentes abundantes, entre ellas la llamada Caliente, permitió con el tiempo el desarrollo de un incipiente turismo que se acercaba a tomar baños en las estaciones termales a orillas del Ebro, donde a mediados del siglo XIX surgió un pujante balneario. En plena Guerra Civil, éste se convirtió en un hospital de campaña para atender a los heridos en el frente del Ebro y al terminar la contienda pasó a ser un singular refugio para oficiales alemanes que se negaban a volver a su país bajo las órdenes de Hitler.

Presencia alemana

En recuerdo de aquella época, junto a la ruinosa iglesia de Sobrón vale la pena acercarse al mínimo cementerio, a punto de ser engullido por una maraña de vegetación entre la que aún se distingue alguna lápida que recuerda la presencia alemana en la zona. Ya en el pueblo, entre las construcciones destaca la casa de la villa, un sobrio edificio de tres plantas en las que se repartían la escuela, la vivienda del maestro y la sala de reunión del vecindario. En las inmediaciones se alzan algunos espléndidos cerezos, al cuidado de los lugareños que han iniciado una tímida recuperación del caserío y que no dudan en desgranar sus recuerdos ante la curiosidad del viajero.


(Pilar Alonso y Alberto Gil)

Montabliz - Cantabria

Montabliz es una localidad despoblada del municipio de Bárcena de Pie de Concha, en Cantabria (España). Se encuentra a una distancia de 6 km de la capital del municipio y tiene una altitud de 490 msnm. Hoy en día el nombre de Montabliz se identifica con el bosque y el lote de caza en el que está incluido, dentro de la Reserva Nacional de Caza del Saja.
Asimismo, la infraestructura más importante de la Autovía Cantabria-Meseta, el Viaducto de Montabliz, toma su nombre de esta localidad. El pueblo de Montabliz llegó a tener una estación de ferrocarril que aun se conserva pero en la que los trenes ya no efectúan parada.

(Wikipedia)

sábado, 19 de noviembre de 2016

El Retamalejo - Caravaca de la Cruz (Murcia)

El Retamalejo es otro de los núcleos perteneciente a Caravaca de la Cruz, la mayoría de las casas ya no tienen tejados, aun se pueden ver los restos de enseres de los moradores de estas casas.
Se aprecia que la gente vivía prácticamente del campo tanto ganadería como agricultura. 

(Pueblos abandonados o despoblados)


Ambas Aguas - La Rioja

A Ambas Aguas aún le quedan muchas casas y otros edificios en pie, se puede destacar su iglesia que está perfectamente cuidada e intacta situada en un alto y casi unida a un precioso puente medieval, el resto del pueblo tiene muchas casas en ruina. 
A pesar de llamarse Ambas aguas por haber tenido agua en abundancia, hasta el año 2006 no tenían agua en sus viviendas los 4 habitantes que todavía quedan en Ambas Aguas.

(Pueblos abandonados o despoblados)

viernes, 18 de noviembre de 2016

Guendulain - Navarra

Los peregrinos jacobeos que hacen el trayecto entre Cizur Menor y Puente la Reina, poco antes de comenzar el ascenso por el legendario puerto del Perdón pasan junto al antiguo caserío de Guendulain, un núcleo escondido a los pies de un cerro, dominando una hermosa panorámica de la zona.

Peligro de derrumbamiento
El cogollo principal contaba antiguamente con treinta y cinco casas, incluyendo el ayuntamiento, la cárcel y la escuela, y una población de más de ciento cincuenta habitantes dedicados al cultivo de cereal y a la cría de animales: vacas, ovejas y caballos. Los terrenos circundantes eran ricos en caza y en las noches invernales no faltaba la presencia de lobos, abundantes en la zona.
La estampa actual de Guendulain es bastante más desoladora y recibe al visitante con algunas placas que advierten del peligro de derrumbamientos. Sobre una terraza del terreno se alzan sus dos construcciones más singulares, la iglesia de San Andrés y el palacio, separados por varios árboles de troncos secos. El templo, de buena planta, cuenta con una hermosa torre y un atrio de tres arcos que da acceso a la portada, con ornamentos neoclásicos. El interior, de una sola nave, exhibe aún algunas nervaduras y tal vez esconde un pasadizo que tiene salida a pocos metros del edificio. No lejos de la iglesia está el cementerio y en dirección opuesta, dominando una suave ladera se encuentra el palacio, que muestra sus decrépitos muros cubiertos de hiedra. Al traspasar la entrada, extremando las precauciones, se descubren los vestigios de un elegante patio sostenido por columnas, en cuyo centro alguna vez hubo un pozo, hoy anegado.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)

jueves, 17 de noviembre de 2016

Viguria - Navarra

Los viñedos y los campos de secano dominan el paisaje del valle de Guesalaz, una vasta extensión de suaves ondulaciones y oteros coronados por pequeños pueblos que integran la comarca de tierra Estella. Uno de estos pueblos es Viguria, situado al sur de la sierra de Andía sobre una elevación del terreno cubierta de matorral y bordeada por el río Salado, que recorre buena parte del valle antes de ir a parar al embalse de Alloz.

Palacio de Montehermoso
Al entrar en Viguria, el visitante se ve deslumbrado por el palacio de los marqueses de Montehermoso, un edificio de grandes dimensiones que está siendo objeto de restauración. Sobre la fachada de sillería, flanqueada por sendos torreones, destaca el escudo blasonado y los elegantes enrejados de ventanas y balcones.
Aneja al palacio se puede ver otra construcción que alojó a la cárcel del pueblo y aislada en lo alto del cerro se yergue la iglesia parroquial de la Asunción, un templo de muros resquebrajados que amenaza con venirse abajo en cualquier momento y que parece sostenerse apoyado en su sólido torreón. Tanto el campanario como la puerta de entrada, cubierta por un ruinoso atrio, conservan rasgos de la primitiva construcción románica, muy alterada.
Detrás de la iglesia, el cementerio, con algunas cruces de hierro, evoca otros tiempos en los que el pueblo contaba con cerca de un centenar de habitantes dedicados sobre todo a la ganadería y al cultivo de cereal.
La población se repartía en una veintena de viviendas, que en algunos casos todavía se mantienen en pie gracias a su nuevo destino como residencias de fin de semana y que aparecen precedidas por cuidados jardines.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)

Granadilla - Cáceres

La localidad de Granadilla, fundada por los musulmanes en el siglo IX, es un caso excepcional entre los pueblos deshabitados de la península. Su caserío, envuelto por una magnífica muralla y declarado conjunto histórico-artístico, ha sido objeto de una lenta y tenaz restauración desde 1984 y ofrece un raro contraste entre la ausencia de tejados y los cuidados muros de las casas, que producen la impresión de un laberinto de piedra presidido por la iglesia de la Asunción y el castillo. Desde su recinto amurallado el silencio del pueblo se hace más elocuente y la vista alcanza una completa panorámica del entorno, dominado por el embalse de Gabriel y Galán, principal causa del abandono de Granadilla.

Castillo inexpugnable
Hasta los años 50, la localidad contaba con más de 200 viviendas y una población superior a los 1.000 habitantes, dedicados principalmente a la agricultura del cereal, el olivar y los pastos y al cuidado de una nutrida cabaña ganadera de cabras, vacas y caballos. En el río Alagón, entonces sin embalsar, abundaban los barbos y la industria local incluía telares de lienzo, molinos harineros y lagares de aceite. El pueblo tenía escuela, ayuntamiento con tribunal y una cárcel habilitada en el castillo, un robusto edificio de aspecto inexpugnable, protegido por dobles puertas, rastrillo y barbacana.
En los años 60, la expropiación forzosa del término para ser inundado por el pantano, produjo la inevitable marcha de la población y en 1965 la localidad quedó vacía. Veinte años más tarde, el estado acometió su restauración y el caserío recobró tímidamente algo de su pasada belleza.
Gracias a ello, el viajero puede recorrer íntegramente el recinto de las murallas, de casi 1 kilómetro de longitud, acceder al interior por la puerta de la Villa y visitar el castillo. La plaza Mayor, animada por unos graciosos jardines y una fachada cubierta de conchas, sirve como lugar de encuentro de las distintas calles, que transcurren entre edificios en ruinas, caserones restaurados y terrenos baldíos que antaño sirvieron de huertas.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)

Cortecaldelas - Orense

Una estrecha pista asfaltada que transcurre entre arbolado, grandes rocas de formas caprichosas y zonas cubiertas de retama conduce al pequeño núcleo de Cortecaldelas, emplazado en un paraje solitario en las proximidades del embalse de San Estevo, una de las principales represas que aprovechan el cauce del Sil, en el curso encajonado de este río.

Galería de cristal
El mayor atractivo del caserío, ocupado únicamente por una familia de trato algo «áspero» con los visitantes, es la buena planta de sus edificaciones, construidas con grandes sillares de granito salpicado con manchas de musgo y protegidas por cubiertas de la tradicional teja árabe.
Algunas casas conservan robustas escaleras de piedra y espectaculares galerías acristaladas, en las que alguien olvidó prendas tendidas al sol. En medio del abandono generalizado se pueden ver bañeras recicladas como abrevaderos para el ganado y, en la zona más alta del pueblo, sobre un soleado cerro, se observa un grupo de bonitos hórreos convertidos en improvisados almacenes de trastos.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)

martes, 15 de noviembre de 2016

Los Viejos - Huelva

El mínimo núcleo de Los Viejos es una cortijada en la que apenas se distinguen una decena de viviendas y que esconde su pintoresco caserío en una espesa zona de encinar y alcornoques, próxima al barranco de Cubos. Su aislamiento y el hecho de que no sea visible desde la cercana carretera local le da un curioso carácter de refugio en medio de un paisaje bravio y, de hecho, durante la Guerra Civil varias familias que vivían en cortijos solitarios buscaron cobijo en esta aldea.
Hoy, la llegada al caserío sorprende con la presencia de algunos paneles solares que abastecen a la única vivienda habitada de la aldea, una sencilla construcción en la que vive Inés, una mujer mayor, en compañía de su hijo. La locuacidad y el carácter hospitalario de Inés, permite conocer la modestia de las casas, que contaban con una sala a la entrada, donde estaba instalada la chimenea, única fuente de calor para las alcobas, comunicadas directamente con dicha sala, que hacía también de cocina y comedor.
Hasta los años cincuenta, la aldea conoció tiempos mejores y de hecho la propia Inés recuerda los años en los que se celebraban bailes en la sala de una de las casas, acompañados por la música del acordeón y con la presencia de una veintena de mozas. La falta de luz y agua corriente empujó a los habitantes a mejorar sus condiciones de vida en otros lugares y la aldea comenzó su lento declive hasta nuestros días.

Una romería popular
La estructura del conjunto de construcciones es de una gran simplicidad y se limita únicamente a una calle, en la que se encuentra el mayor núcleo de viviendas, una hilera de cinco casas, unidas pared con pared. La primera de estas viviendas es la que está habitada y ante ella mana una fuente que sirve para abastecerse de agua, abundante a juzgar por las zonas de huerta que cultivan los vecinos.
Detrás de esta calle siguen en pie cuatro construcciones de piedra oscura,entre las que se distinguen los restos de algún corral y un horno de cocer pan hecho de ladrillos y abierto en uno de los muros. Las casas son extremadamente sencillas, de una sola planta y a veces con pajar, y conservan sus paredes y sus cubiertas en buen estado, sobre las que destaca alguna que otra chimenea.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)


Lérida - Soria

Del despoblado de Lérida, en el término municipal de Retortillo, se conserva todavía su antigua iglesia, ahora convertida en ermita y dedicada a San Miguel. Cada año a principios de mayo acuden los habitantes de Retortillo en romería.
A muy poca distancia de la ermita todavía se pueden ver algunos restos de los antiguos corrales donde se guardaba el ganado. 

(Visitando pueblos deshabitados)

lunes, 14 de noviembre de 2016

San Cristóbal - Asturias

A mediados de 1998, cuando el tendido eléctrico llegó a San Cristóbal, ya sólo vivía en la aldea un matrimonio de ancianos, los únicos habitantes que quedan en este lugar que parece olvidado del mundo. Atrás quedan tiempos mejores, cuando allá por los años ciencuenta tenía una población de ochenta personas repartidas en una docena de viviendas, en general bien conservadas, a las que algunos vecinos regresan esporádicamente para pasar temporadas y cuidar de las tierras.
Antes de llegar, el camino se antoja difícil y expresa con elocuencia el aislamiento en el que ha vivido la aldea, encajonada entre hondísimos valles invadidos por un silencio tenaz. A medida que la pista se acerca a San Cristóbal, asoman sobre la vegetación los brillantes tejados de pizarra de las casas, agrupadas a lo largo de un cerro. Antes de entrar, un coche invadido por las zarzas expresa la inevitable derrota de los objetos abandonados al vigor de la naturaleza.
El caserío, integrado por pajares y viviendas con sus correspondientes cuadras, discurre en torno a una sola calle que se ensancha para formar una especie de plazuela. Entre los edificios, levantados con lajas de piedra oscura, se conservan aceptablemente dos hórreos, que recuerdan la actividad agrícola del caserío. Al finalizar la calle, a mano izquierda se alza el caserón que desempeñó el papel de escuela y poco después se conserva la iglesia, un encantador templo rural precedido por un breve porche y coronado por el campanil. 
A partir de aquí, el camino se pierde en el fondo del valle y el entorno de la aldea adopta esa atmósfera de quietud ilimitada, apenas rota por el zumbido de las abejas en algunas colmenas y por el distante perfil del caserío de Selas, accesible a pie y también abandonado.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)

Belchite - Zaragoza

Apenas diez días de 1937 bastaron para convertir Belchite en una amalgama de ruinas, fachadas erguidas y torreones mudéjares que aún exhiben las huellas de un feroz bombardeo, uno de los más intensos que sufrió población alguna, a excepción de Guernica, durante la Guerra Civil. La localidad, por su situación estratégica en las proximidades de Zaragoza, ya había sido escenario de otras batallas durante la invasión francesa y, tras el levantamiento militar encabezado por Franco, pasó a ser ocupada alternativamente por uno y otro ejército. El último asedio fue protagonizado por las tropas republicanas que sometieron a la población a un intenso fuego de artillería y mantuvieron después una lucha, casa a casa y cuerpo a cuerpo, con los nacionales, hasta que el pueblo quedó reducido a un montón de escombros y recuerdos doloridos.
Concluida la guerra, Franco quiso dejar una muestra patente de los daños provocados por el ejército de la República y sanear su propio desprestigio a raíz del bombardeo de Guernica. Y Belchite permaneció como estaba, acometiéndose la construcción de un nuevo pueblo para alojar a los habitantes de la villa, que habían alcanzado la cifra de 5.000 antes de la contienda.
A lo largo del siglo XIX, la villa contaba con 800 casas, numerosas iglesias y un convento, repartidas en un entramado de calles y callejas en las que transcurría una vida ligada a las tareas agrícolas, sobre todo a la producción de aceite. Parte de la población vivía de una afamada industria del estambre, hilo de lana con el que elaboraban medias y otras prendas. Décadas más tarde, el pueblo mantenía sus quehaceres diarios y al llegar la noche la gente acudía a los dos bailes, uno de los cuales se celebraba en el teatro local.
El arco de la villa da paso a una desolada calle Mayor que transcurre entre las fachadas, que dejan entrever viejos palacios. Una callecilla conduce a los restos de la iglesia de San Agustín, un hermoso ejemplo de mudéjar en el que destaca la torre, en buen estado. Entre las casas derruidas se alzan otras torres, como la del Reloj o la del templo de San Martín, con sus bellas estructuras de ladrillo en las que permanece incrustado algún obús.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)

sábado, 12 de noviembre de 2016

Corvesín - Soria

En la provincia de Soria, a la vera de la Ruta del Cid encontramos Corvesín. Este pequeño despoblado en avanzado estado de abandono, nos impregna de fuertes recuerdos de una vida pasada que jamás volverá.
A pesar de haber encontrado muy poca información acerca de este pueblo, sabemos que tuvo varias edificaciones y hasta una escuela.
Entre los restos pudimos encontrar la iglesia totalmente devorada por la vegetación y el cementerio adjunto cerrado a cal y canto.
Existen algunas edificaciones que se resisten al tiempo y parece que pudieron llegar a tener luz. Existe una plaza llamada Plaza Horno, por lo que podemos imaginar que también tuvo horno propio.

(Pueblos del olvido)



jueves, 10 de noviembre de 2016

Cañada de Tarragoya - Caravaca de la Cruz

Cañada de Tarragoya pertenece al municipio de Caravaca de la Cruz.
Unas 5 ó 6 viviendas comprendían en su origen este núcleo urbano, era como un gran caserío que estaba partido en dos partes por la carretera C-18, a un lado unas 4 viviendas y al otro un gran corral para el ganado y otra u otras 2 viviendas más.

(Pueblos abandonados o despoblados)

Cañizal de Rueda - León

Las casas de adobe soportan mal el paso del tiempo en Cañizal de Rueda, una mínima localidad rodeada de vegetación y con abundantes manantiales y fuentes que todavía alimentan pequeñas huertas, al cuidado de algunos vecinos de fin de semana.
Tan solo una vivienda situada a las afueras está ocupada de manera estable, después de un proceso de despoblamiento que se inició en los años sesenta, cuando el núcleo contaba con sesenta y dos habitantes. Con la llegada del verano, el caserío revive y es posible ver algunos lugareños remozando sus casas, mientras sus hijos o sus nietos corretean con las bicicletas por las calles cubiertas de vegetación.
La arquitectura de Cañizal debe su singularidad al uso de diferentes materiales, especialmente el barro rojo, mezclado con paja y cantos rodados y revocado después con un barro blanco que se recoge cerca del pueblo. Como resultado de esta mezcla las casas exhiben unos muros rugosos y de un bonito color dorado, bien adaptados al clima de la región pero frágiles al abandono.
Entre todas las construcciones, sin duda la mejor conservada es la iglesia, un encantador templo de piedra precedido de un atrio forrado de cemento y cerrado por una desvencijada puerta de madera. Sobre su tejado, una chata espadaña soporta dos hermosas campanas, a las que se puede acceder por una escalerilla adosada, en precario estado. La preservación de las campanas, que ha sido objeto del saqueo en muchos otros núcleos deshabitados, llena de un orgullo mal disimulado a los oriundos de Cañizal y es la mejor prueba de que el pueblo mantiene un hilo de vida.


(Alonso y Alberto Gil)