viernes, 14 de octubre de 2016

Ochate - Burgos

A diferencia de muchos otros pueblos abandonados, Ochate está impregnado de una cierta aureola de malditismo y permanece unido a antiguas leyendas de hechicería y almas en pena que, según la tradición, vagan por este caserío desde que fue asolado por una epidemia de peste.
Semejante legado fantasmagórico ha tenido su puesta al día con una cierta fascinación entre los aficionados a los ovnis, que han llegado a convertirse en asiduos visitantes del lugar provocando algún desaguisado y el consiguiente recelo de los pueblos limítrofes.
Sin embargo, hace más de un siglo la vida cotidiana en Ochate no podía ser más sencilla. Apenas una treintena de vecinos, repartidos en siete casas, ocupaban su tiempo en cultivar trigo, centeno y otros cereales, y regar algunos pequeños huertos de habas, patatas y frutales con ayuda de un regato que bordeaba el pueblo recorriendo un profundo barranco. Sobre un monte cercano, poblado de robles y hayas, se alzaba la ermita románica de la Asunción y en medio del caserío, el templo parroquial de San Miguel, presidido por una estilizada torre.

Una torre solitaria
Las ruinas del pueblo, ya deshabitado a comienzos del siglo XX, apenas permiten imaginar su configuración en el pasado. Un núcleo disperso de edificaciones, con algunos establos, rodean la enhiesta torre de la iglesia, que se alza como un faro o un observatorio para alimentar la fantasía de ufólogos, mientras que en lo alto se conservan las ruinas de la ermita, destruida recientemente en un lamentable incendio.
Sólo el silencio denso y persistente, da a este paraje un carácter sobrecogedor y algo amenazante, al que resulta imposible sustraerse.


(Pilar Alonso y Alberto Gil)

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