miércoles, 12 de octubre de 2016

Fregenite - Granada

Fregenite es una población serrana que mantuvo su tipismo hasta los años 40, en que se inició un lento proceso de despoblación que alcanzó su etapa más aguda en la década de los 60 y arruinó su característica arquitectura alpujarreña. En la actualidad sólo se mantienen en pie media docena de casas de las más de sesenta con las que contó el pueblo, aunque algunas se están reformando como segunda residencia. La presencia de albañiles y de los escasos vecinos que se asoman a las puertas o bajan silenciosamente a buscar agua a la fuente, son una prueba de que el pueblo, pese a su desolación, se resiste al abandono absoluto.
Poco antes de llegar al núcleo urbano, una era de piedra recuerda la época en la que los habitantes de Fregenite vivían del cultivo del cereal, utilizando los bancales construidos a duras penas en un terreno tan accidentado. En torno a estos cultivos todavía se pueden ver almendros, viejísimos olivos y algunas higueras que, junto con las cabras y ovejas, eran el parco medio de subsistencia de los vecinos.
Al bajar al pueblo llama la atención es la aguda pendiente en la que el caserío parece mantener un precario equilibrio, incrustado en el espectacular paisaje montañoso donde se unen las sierras del Junco y de Lujar. Las calles reptan como pequeños senderos cubiertos de vegetación, mientras que las casas, de gran simplicidad, y presididas por las inconfundibles chimeneas alpujarreñas, se adaptan a la ladera del monte gracias a las terrazas escalonadas, presentes en toda la comarca.
Sólo los cuidados macizos de flores, las paredes recién encaladas y algunas cortinas sobre las puertas indican la existencia de un silencioso vecindario. En el interior de las viviendas, de una sola altura, las habitaciones tienen distintos niveles para amoldarse a la pendiente del terreno y en la parte trasera suelen esconder patios con corrales.

Molino de aceite
Entre las construcciones atraen la atención los restos de un molino de aceite, donde aún se puede ver parte de la maquinaria, la almazara y algunas tinajas. En la parte más alta del pueblo, separada de éste y con espectaculares vistas se alza lo que debió ser la escuela y la parte baja está ocupada por la iglesia, una construcción del siglo XVI que, tras sufrir graves daños durante la Guerra Civil, quedó reducida a un modesto templo  encalado en el que sobresale el mínimo campanario. Tras la iglesia está el cementerio y junto a ella, en una zona umbría cubierta de árboles, un caño ofrece el alivio de su agua fresca, procedente de un manantial cercano.


(Pilar Alonso y Alberto Gil)

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