jueves, 13 de octubre de 2016

Cañicera - Soria

Otra de las aldeas que han sufrido las consecuencias de la despoblación de la sierra de Pela es la mínima localidad de Cañicera, resguardada a los pies de un altozano con amplias vistas de la comarca de Tiermes. Desde aquí, el territorio que se extiende a los ojos del viajero, pese a su aparente desnudez, estuvo bastante poblado entre la Edad de Bronce y la Edad Media y conserva abundantes huellas del pastoreo en la región, entre ellas algunas rústicas majadas destinadas a guardar los rebaños.
La ganadería fue precisamente una de las actividades principales en Cañicera, en cuyo término abundaban los manantiales y los pozos que servían de abrevadero a vacas y ovejas. Además, la riqueza de agua facilitaba el riego de algunas huertas cercadas por alamedas y los vecinos del pueblo se surtían de una generosa fuente, tanto para beber como para las necesidades domésticas.
Estos recursos permitieron que, durante décadas, se mantuviera una población estable de sesenta vecinos, repartidos en catorce viviendas y dotados de casa consistorial, un pequeño templo y una escuela, cuyo maestro ejercía también de sacristán y secretario de ayuntamiento.
Hacia 1960, aquella población había comenzado a disminuir y, durante la segunda mitad del siglo XX, la falta de luz, de saneamiento y de agua corriente empujó al vecindario a otros lugares. Hoy sólo vive una familia que se ha construido su nueva vivienda a las afueras y el núcleo de Cañicera ha pasado a ser un bello conjunto de casas, aún en buen estado, que asoman sus portalones y sus ventanas enrejadas a una sola calle.
A la entrada se pueden ver los escasos restos del templo de San Martín, muy derruido, y en la parte más alta de la calle aún permanece en pie la antigua fuente. Alrededor del pueblo, apenas siguen en pie las paredes de un palomar y sobre el suelo yace el tronco seco de un viejísimo árbol, con las raíces al aire.

( Pilar Alonso y Alberto Gil)

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