sábado, 8 de octubre de 2016

Arbeyales - Asturias

Cuando el viajero se aparta de la carretera general para adentrarse en el valle del Pumarín, lo primero que le sorprende es la espectacular belleza de este rincón, oculto a la vista y salpicado por las manchas de los grupos de tejados de seis o siete aldeas. Pero a esa primera impresión le sigue otro descubrimiento: la absoluta quietud de esos pueblos mínimos, en su mayoría deshabitados y que han impregnado de un raro silencio todo el paisaje.
Uno de estos pueblos es Arbeyales, asentado al fondo del valle, sobre una ladera cercana al cauce del río y en una zona cubierta por frondosos robles. El caserío, que reúne una docena de viviendas, así como abundantes pajares y las escuelas, está siendo recuperado en parte por sus antiguos vecinos, que han acometido la rehabilitación de algunos edificios e incluso hórreos y paneras para convertirlos en viviendas de verano.
En invierno el pueblo queda vacío y en sus calles ya no se atisba la actividad de otras épocas, cuando era conocido por su "casa de monta", dotada de tres sementales, a la que eran llevadas todos los años unas 500 yeguas.
Durante los dos últimos siglos, Arbeyales ha mantenido una población cercana a los 50 habitantes, dedicados en su mayoría a la ganadería y al cultivo del maíz, el centeno, las patatas y las castañas, que se utilizaban como alimento para los cerdos y permitían producir unos excelentes jamones. La marcha de los vecinos ha supuesto también el abandono de las tierras, regadas únicamente por la lluvia y por el río Pumarín, que corre libremente formando pequeñas cascadas después de bajar por el Monte Húmedo, desde el puerto del Palo.
Cerca del pueblo aún se conserva una capillita con techo de pizarra aunque los oficios religiosos se celebraban el Santa Coloma, parroquia y cementerio de todos los pueblos de valle y uno de los pocos núcleos que aún permanecen habitados.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)

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